Hace aproximadamente un mes, miembros de la Fuerza Aérea Sueca sobrevolaron el Báltico en un avión que, aunque tenía apariencia de corporativo, escondía un gran secreto en su interior. Los integrantes de este supuesto avión de negocios, estaban encabezando una operación rutinaria de espionaje, sobrevolando una zona llena de señales de radar del ejército ruso.
Este modelo de avión, denominado S102B Korpenos, ha captado la atención de gobiernos de todo el mundo de cara a utilizarlos en misiones de espionaje. Se trata de un modelo de avión que, además de discreto, tiene un precio muy inferior al de otros aviones de pasajeros o del ámbito militar que son reconvertidos para este tipo de operaciones.
Concretamente, el mercado de este tipo de aviones se sitúa alrededor de los 3.000 millones de dólares, aunque esto no es más que una estimación. Entre los interventores de este mercado, encontramos desde especialistas en aviones corporativos, hasta empresas de armamento israelíes, europeas y estadounidenses.
La innovación tecnológica ha permitido que en los últimos años se empiecen a comercializar modelos de avión de reducido tamaño, pero con la potencia y los sistemas de aviones de mayor envergadura. A raíz de este fenómeno, tres compañías ocupan la posición de líder en este mercado, concretamente Gulfstream, Bombardier y Dassault Aviation.
La compañía Raytheon, una gran corporación industrial y principal contratista de defensa militar de Estados Unidos, ha propuesto instalar consolas e inteligencia artificial en los aviones fabricados por Bombardier. El motivo de esta decisión estratégica no es otra que prepararse ante la amenaza que suponen los nuevos aviones de espionaje que están preparando los grupos militares de Corea del Sur.
El precio de un avión corporativo de gama media es de entre 20 y 60 millones de dólares. Sin embargo, el precio de dotar a estos aviones con el equipamiento y los sistemas para convertirlos en aviones espía es mucho más elevado, y en caso de aviones de alta gama podríamos estar hablando de más de 200 millones de dólares.
Debido al alto grado de confidencialidad que existe en este ámbito, las compañías fabricantes no están autorizadas a aportar datos sobre las ventas de aviones para misiones de espionaje. Sin embargo, según indica un informe revelado por JETNET (una empresa estadounidense de investigación), se estima que este tipo de aviones representan aproximadamente el 5% de las entregas anuales de grandes jets.
Tal y como indican los datos, se trata de un mercado con un increíble potencial y que anualmente mueve miles de millones de dólares, pero existe una gran amenaza para las empresas que comercializan este tipo de aviones. Desde que aparecieron los drones, cada vez más gobiernos prefieren optar por este tipo de dispositivos para tareas de espionaje, principalmente debido a que su coste es mucho menor (al igual que sus dimensiones), y no exponen la vida de los equipos que lideran estas misiones.