Durante los últimos años, nos hemos familiarizado con el concepto “El Internet de las cosas´”, `”Internet of Things”o “IoT”, que es el término que hace referencia a la interconexión digital de los objetos cotidianos de nuestro hogar, los cuales se convierten en objetos inteligentes.
De esta manera, se consigue la digitalización del mundo físico, ya que todos los utensilios convencionales se conectan con la red y también se sincronizan entre ellos mismos, ofreciendo un servicio más pleno y eficiente. Ahora bien, ¿Es realmente este concepto tan novedoso? La realidad es que desde hace más de dos décadas, diversos sectores trabajan en este concepto con la idea de conseguir un hogares y ciudades inteligentes (las llamadas Smart Cities).
Pero, ¿Cómo funciona el Internet de las Cosas?
Por ejemplo, un día por la mañana suena el despertador, la temperatura de la ducha se empieza a regular y la cafetera empieza a calentar el café y el exprimidor de zumo comienza a exprimir las naranjas de forma simultánea. Del mismo modo, el cepillo de dientes puede detectar una caries y pedirnos una cita con el dentista para que nos haga una revisión.
Ahora bien, ¿Es realmente este concepto tan novedoso? La realidad es que desde hace más de dos décadas, diversos sectores trabajan en este concepto con la idea de conseguir un hogares y ciudades inteligentes (las llamadas Smart Cities).
Todos estos objetos recogerán estadísticas sobre el uso que les demos, y nos ofrecerán conclusiones para que le demos un uso más eficaz y eficiente. De esta forma, una red en la que millones de usuarios estén utilizando objetos inteligentes, nos ofrecerá la posibilidad de optimizar incluso las propias infraestructuras de ciudades enteras.
Uno de los principales problemas que surgen de esta idea, es que semejantes innovaciones conllevan una pérdida considerable de privacidad, porque estas comodidades implican que estemos cediendo constantemente nuestras vidas a la tecnología. Esto implica que diversas empresas tengan acceso a nuestra intimidad y a gran parte de nuestra información personal, hasta tal punto que cualquiera puede tomar el control de nuestro hogar.
El otro problema por supuesto es el alto coste de este sistema, siendo el gran obstáculo que ahora mismo se enfrentan las empresas que están trabajando en este tipo de tecnologías, con el fin de poder comercializarlas en un futuro próximo. En la actualidad, no son muchos los hogares que puedan considerarse Smart Homes, aunque sí es cierto que cada vez vemos más elementos de este tipo en los hogares convencionales.
En definitiva, aunque realmente es fascinante la posibilidad de dotar de inteligencia a los objetos cotidianos y adaptarlos a nuestras necesidades, llevará un tiempo resolver los principales problemas de todas estas innovaciones. Aunque parece que el internet de las cosas ha llegado para quedarse y sigue creciendo, aún debe superar algunas barreras para que su uso se generalice de forma global.